lunes, mayo 09, 2011

“El negocio inmobiliario pasa por meter gente en zonas inundables”



Ex defensor del Pueblo, asegura que la Ciudad de Buenos Aires está condenada a inundarse, porque sus gobernantes prometen “obras salvadoras” pero no asumen el problema de la construcción indiscriminada, que impide drenar el agua.
 

Buenos Aires es una ciudad inundable y está condenada al desastre permanente. Esa es la conclusión a la que llega en su último libro el profesor universitario y ecologista Antonio Elio Brailovsky, quien dialogó con Tiempo Argentino sobre las inundaciones porteñas, que antes se producían de forma masiva cada 15 años y ahora se repiten en lapsos menores a 12 meses. El autor asevera que “los desastres naturales no existen” y que el desastre “es la expresión social de un fenómeno natural”. En su libro, recorre la historia de la Ciudad de Buenos Aires (y sus errores históricos), demostrando cómo su Área Metropolitana ha ido ocupando una superficie cada vez mayor de terrenos bajos, cumpliendo un destino que parece inevitable. Brailovsky, ex Defensor del Pueblo especializado en medioambiente, habla de “loteos inescrupulosos” que derivan en “obras salvadoras”, cuya contribución a la solución de los problemas siempre es menor que la esperada.
–¿Cuál es el origen de las inundaciones en Buenos Aires?
–La historia de las inundaciones en la Ciudad es, en buena parte, la historia de su descenso. Garay la funda en 1580 en lo alto de la barranca que se ve al borde de Plaza de Mayo y Parque Lezama. Cuando crece, ocupa cantidad de sitios bajos: el Bajo Belgrano, el bajo de Palermo, la zona de inundación del Arroyo Maldonado, el Vega, lagunas y pantanos. De hecho, el Bajo Flores era un pantano. Sitios que, por razones de desarrollo urbano, empiezan a ocuparse, en lugares de mayor riesgo. Nosotros tenemos en nuestra cultura la ficción de que el desarrollo de la ciudad (las construcciones, el cemento, etcétera) termina haciendo desaparecer la naturaleza y, en verdad, la naturaleza sigue funcionando. Si escondemos un arroyo, sigue funcionando. Hay una dinámica de lluvias, de aguas subterráneas, de arroyos tapados, que cuando llueve, empieza a funcionar. Y por algún lado sale esa agua.
–Entre los acontecimientos históricos que hicieron a la Ciudad más proclive a las inundaciones, usted menciona la gestión de Antonio Crespo, a fines del siglo XIX.
–Ese intendente inaugura el negocio de la inundación ajena, autoriza los loteos en zonas inundables, en el arroyo Maldonado, para obreros de una fábrica de calzado, en una zona que nunca debió haber sido ocupada. Y se lo agradecemos poniéndole el nombre a ese barrio: Villa Crespo. La Ciudad baja, baja y baja, y se genera un mecanismo perverso: todo el mundo le echa la culpa al gobierno de turno, pero es un fenómeno que empezó hace más de un siglo. 
–¿Cómo opera en este contexto el sector inmobiliario?
–El que gobierna promete obras, y los empresarios del sector hacen negocios alternados. Primero, el negocio inmobiliario: meten gente en zonas inundables. Y después, el negocio de las obras, para salvar a todos. Y se da una paradoja: cada obra atenúa la inundación pero aumenta la cantidad de inundados, porque crea la sensación ficticia de seguridad. No se le puede decir a la gente: hicimos la obra y la ciudad se va a seguir inundando. Se le dice que va a ser la salvación “por toda la enternidad”, entonces va más gente. A la próxima lluvia grande, hay medio metro de lluvia, ya no un metro, pero hay más personas que la sufren. Luego, todo el mundo reclama nuevas obras. 
–¿Cuál debería ser el primer paso ante el problema?
–Asumirlo. Si lo asumiéramos, por lo menos podríamos empezar a trabajar sobre paliativos: que no haya garajes subterráneos o espacios habitables en sitios que se inundan. Para esto, el Código de Planeamiento Urbano tiene que decir algo. Existe un mapa de riesgo hídrico hecho por un grupo de profesionales con mucho detalle, y que no ha sido oficializado. Esa tendría que ser la herramienta para que uno sepa qué nivel de riesgo hídrico tiene la parcela de su casa, o de la casa que quiera comprar. 
–¿Y por qué no se oficializa?
–No es una prioridad para los políticos. Así como en otros temas ha habido diferencias profundas entre gestiones, en la actitud hacia las inmobiliarias hay una importante continuidad que consiste en proteger el boom inmobiliario. No hay que prometer que lo vamos a solucionar esta vez. Si uno acepta que el problema existe, en vez de cruzar las avenidas en botes, podemos poner puentes peatonales. 
–¿Cuál es el rol del propietario que vive en una zona inundable?
–Existe ahí una complicidad perversa. El propietario no quiere tanto que se le solucione el problema como que su propiedad no se desvalorice. Es una prioridad más económica que ambiental. Si el inmueble está en zona inundable, vale menos. En algún momento, la autoridad tiene que plantearse pagar el costo político de que cientos de miles de personas se enojen y decir la verdad. Ni el progresismo ni la derecha están dispuestos a eso. 
–¿Qué piensa de las obras en el Arroyo Maldonado? Macri anunció que el túnel corto estará listo en junio, con el que, según afirmó, ya no se inundaría Palermo.
–Esta obra es un buen ejemplo de continuidad, porque la empezó Ibarra y Macri la aceptó. Hay muchas dudas, y es demasiado cara en relación a los beneficios. Cuando algo está abajo, está abajo, y el agua baja. Es probable que ayude en alguna zona, pero pensarlo como solución defitiniva me parece excesivo. Me preocupa que, actualmente, la zona inundable de la cuenca del Maldonado tenga el doble de densidad poblacional que el promedio de la Ciudad. Es algo para revisar: no sigamos metiendo más gente en área de riesgo, después no podemos sacarla.
–¿Qué opina sobre la estrategia del entubado?
–Se entubó el Maldonado, como los otros, para mejorar la situación inmobiliaria, pero un entubado hace que el arroyo desagüe más lentamente. En una inundación, lo que uno necesita es que el exceso de agua se vaya rápido. El entubado aprisiona el agua: hay rozamiento con bordes, costados, columnas, con el techo y entonces tarda más en salir. El entubado empeoró las inundaciones.
–¿Y entonces qué hay que hacer?
–Lo mejor es dejar los arroyos a cielo abierto, y a la zona de inundación, parquizarla. Pero hoy estamos en una situación irreversible. Se supone que los espacios verdes ayudan a que el agua siga; en cambio existe la tendencia, desde hace 20 años, a eliminarlos o ampliar el espacio de cemento. Es más fácil mantener espacios con baldosas que algo que está vivo. Los gobiernos porteños no tuvieron en cuenta que la naturaleza posee mecanismos que funcionan adentro de la ciudad. En vez de reclamar a los gritos una solución definitiva, hay que preguntarse primero si existe y si podríamos pagarla. 
–En su investigación se nutre de los aportes de textos literarios.
–Existe una novela pionera de Bernardo Verbitsky, Villa Miseria también es América. Está ambientada en una villa miseria en una zona inundable del Arroyo Maldonado, poblada por gente a la que después echaron, para urbanizar. Pero es el mismo sitio donde se inundaban los villeros. En este momento, hay una zona muy crítica en las villas al borde del Riachuelo, que se largaron a construir. Todas estas situaciones son extraordinariamente complejas, y cada zona tiene sus problemas particulares. En El matadero, Esteban Echeverría describe una gran inundación ocurrida durante la primera mitad del siglo XIX, y dice que la Ciudad estaba rodeada de agua, no que el agua hubiera entrado, precisamente porque todavía no se habían ocupado las zonas más bajas. Por el estilo realista de la obra, Echeverría no inventó, efectivamente tiene que haber sido así. 
–¿Qué conclusiones saca de la lectura de los mapas de siglos pasados, que publica en su libro?
–Existen mapas de la Ciudad del siglo XVIII y XIX, donde se marcan las líneas topográficas, la barranca que separa del río, e indican el borde de la zona inundable del Riachuelo. Cuando se empieza a ocupar el bajo, la zona de Barracas y La Boca, que se inunda, esas líneas se borran. Hay más información en algunos mapas del siglo XVIII que en la guía común de calles de Buenos Aires. En los de antes dicen: este es el bajo, el alto, las barrancas, allá bajo se inunda. Ahora, en ninguna guía se lee eso.  
Anegamientos, cada vez más seguidos
Durante siete décadas, las grandes inundaciones en la Ciudad se produjeron con intervalos de 15 años, en promedio: en 1940, 1959, 1967, 1985 y 2011. Pero luego, esa recurrencia se incrementó.
Hubo tormentas y graves anegamientos de barrios en diciembre de 2002, marzo de 2005, febrero y octubre de 2006, marzo y octubre de 2007, noviembre de 2009 y dos en enero de 2010, los días 12 y 18.
En febrero del año pasado, hubo dos grandes inundaciones. El día 15, cayó un récord de 88,5 milímetros. Y el 19, el anegamiento de calles produjo dos muertes. Según Brailovsky, se pescaron sábalos en la Avenida Santa Fe.

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