sábado, junio 18, 2011

¿Por qué no arranca el Sur?

15/06/11
* Editor Adjunto Arq

OLAVARRIA Y AZARA. EN BARRACAS NO SE DA EL MISMO FENOMENO INMOBILIARIO Y DE CONSTRUCCION QUE EN BARRIOS COMO CABALLITO Y PALERMO.







OLAVARRIA Y AZARA. EN BARRACAS NO SE DA EL MISMO FENOMENO INMOBILIARIO Y DE CONSTRUCCION QUE EN BARRIOS COMO CABALLITO Y PALERMO

Cada vez que un urbanista habla del futuro de la ciudad, señala la zona Sur. Es un misterio cómo un diagnóstico compartido por tantos no se convierte en una solución concreta. O peor, si el futuro está en el Sur, por qué sigue creciendo el Norte. “Villa Urquiza, Caballito, Palermo, Puerto Madero y Belgrano acaparan la mitad de todo lo que se construyó en Buenos Aires en los últimos nueve años”, denunció Gustavo Desplats, coordinador de lo que él llama “Proto Comuna Caballito”, una asociación civil que moviliza vecinos para parar el aluvión de obras del barrio. “La ciudad tiene un promedio de 16 mil habitantes por kilómetro cuadrado y Caballito, 30 mil”, agregó para fundamentar el slogan “Caballito colapsa”.
Pero, si el crecimiento de algunos barrios sólo fuera una cuestión de especulación inmobiliaria, no se entendería cómo es que hay tantos terrenos baratos en barrios que valen la pena y nadie los aprovecha. Con esa duda, fui a ver a mi amigo Hugo, que se dedica al negocio inmobiliario. “Para que los desarrolladores vayan al Sur, primero el Estado tiene que hacer las inversiones en infraestructura que necesita”, sentenció. Por suerte estaba también mi amigo Nacho, que es un opositor de combustión espontánea y saltó como un cohete. “Que decís, tarado (dijo, para romper el hielo), si barrios como Parque Patricios o Barracas tienen todo. Además, cuando los milicos prolongaron el subte E, no pasó nada con las inversiones. Y ahora, con el H, todavía estamos esperando”. Hugo siguió como si fuera Eduardo Costantini inaugurando un nuevo barrio cerrado en Nordelta pero se sinceró. “Mirá, acá lo que importa es dónde quiere comprar la gente que tiene plata. Y para que vayan al Sur, tiene que haber buenos colegios, restaurantes coquetos, cines, bares cancheros y todo ese tipo de cosas que te hacen disfrutar una ciudad. Si no, mirá Puerto Madero”.
Mientras Nacho le preguntaba por los colegios de Puerto Madero, me colgué pensando en la transformación de Palermo Hollywood desde el barrio obrero que era al rutilante imperio de los restaurantes cool que es hoy. Cuando volvíamos, Nacho pensaba en voz alta: ”Lo que pasa es que todo el mundo entiende que hayrehabilitación urbana cuando matrimonios jóvenes de clase media profesional reforman las casas de gente de clase baja y llenan el barrio de negocios a su medida. Eso es lo que pasó en Palermo y se llama gentrificación; o aburguesamiento, si te gusta más. Pero no es progreso”. Evite decirle que sí o que no para no ganarme una discusión, pero tenía razón. Me acordé de cuando le compré el PH a la señora Marta, en la calle Arévalo. Lo pagué 15 mil dólares y el barrio era casi desconocido. Seis años más tarde, Doña Julia, la viejita que vivía en el PH de atrás, vendió el suyo en 40 mil y vino a vivir un matrimonio joven que también reformó todo. Hace cuatro años se vendió el último departamento, el del fondo, una minúscula pocilga que se pagó cerca de 50 mil dólares. Lo compró una chica, lo puso chiche bombón y lo alquila para turistas. Uno a uno, los viejos pobladores de Palermo se fueron corridos por el dinero. El barrio cambió con cada partida. Ya no queda nada de aquel enclave obrero original. “¿Qué otra solución hay?”, me salió del alma. “La ciudad debe crecer con la participación activa del Estado, no sólo del mercado. Con inversión en vivienda y equipamiento social en proyectos que garanticen la participación igualitaria de proletarios y burgueses”, sentenció Nacho como si estuviera dando un discurso marxista.
Ayer me di una vuelta por Parque Patricios, está bárbaro. Volví a casa con la idea de mudarme allí. “Estás loco, y el colegio para los chicos”, me dijeron. Voy a esperar que empiece la gentrificación y después me mudo.

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